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25 jun 2018
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Por Amaia Butrón Janices. Según datos del EUROSTAT, Europa posee una pujante industria alrededor de la madera basada en 178 millones de hectáreas de bosques y superficie arbolada. En los últimos 20 años la superficie ocupada por bosques ha aumentado un 5 % (con una ratio aproximada de 0,3 % anual). Una elevada cantidad del consumo de madera se atribuye a la producción europea que se cifra en 220 millones de m3 de troncos para aserrado y fabricación de chapas.
La madera es un material que además de aportar elevadas propiedades físico-mecánicas, ofrece un carácter estético y se erige como un material sostenible para uso en construcción: necesita un menor gasto energético en su producción, es natural, tiene excelentes propiedades aislantes y no es tóxica, además de fijar el CO2 durante su crecimiento. Sin embargo, presenta ciertos problemas que deben ser superados para convertirla en un material competitivo y adoptado por un mayor número de consumidores, como el deterioro que sufre la madera cuando se encuentra expuesta a condiciones de intemperie y es vulnerable al ataque de diferentes organismos xilófagos como bacterias, hongos e insectos.
Sin embargo, los biocidas utilizados para prevenir la acción de los microorganismos xilófagos acarrean considerables efectos medioambientales. Los biocidas convencionales plantean riesgos para la salud de humanos y animales, así como consecuencias negativas frente al medio ambiente, debidas no solo a la composición química de sus materias activas sino también a los disolventes utilizados en su formulación para permitir su aplicación.
Ya en los años 90 comenzó la preocupación social por la exposición a la madera tratada con pentaclorofenol, creosota y sales CCA (cromo, cobre y arsénico) y a los problemas que acarreaba su posterior eliminación. Numerosos estudios salieron a la luz cuestionando el uso de estos materiales, y sus conclusiones fueron ampliamente debatidas.
A la luz de estos descubrimientos se eliminó el uso de pentaclorofenol, la creosota (considerada carcinogénica), así como ciertos componentes con cromo y/o arsénico en muchos productos protectores de madera en Europa y Japón. Una década más tarde EEUU desclasificó las sales CCA para cualquier uso residencial, permitiendo solo su uso para usos industriales menores y aplicaciones en agricultura. Esta cadena de desclasificación de productos ha conllevado la prohibición de uso de una gran mayoría de productos de elevada eficacia en toda Europa.
Con el fin de armonizar la normativa y prácticas en todos los países europeos, el parlamento europeo adoptó la Directiva 98/8/EC como marco de reglamentación en la comercialización de productos biocidas, teniendo en cuenta un elevado grado de protección de humanos, animales y medio ambiente, pero a día de hoy no existen en el mercado productos con principios activos sintéticos en base acuosa capaces de penetrar homogéneamente y proteger la madera de exterior que no se halla en contacto directo con el suelo. Tampoco existen productos curativos en base acuosa que puedan difundirse a través de la madera. En la actualidad todos los productos curativos que se emplean son en base solvente por ese motivo.
La prohibición de uso de biocidas de elevada eficacia ha acarreado un vacío entre lo que la normativa exige y los requisitos del mercado. En cualquier caso, un elevado grado de protección solo puede ser alcanzado mediante procesos de impregnación en profundidad con elevados grados de retención de productos biocidas y la protección requerida debe asegurarse con un aumento de la cantidad de biocida utilizado ya que éste sufre un proceso de lixiviación en el medio ambiente, lo que implica un descenso de la cantidad de biocida efectiva dentro de la madera.
Por otra parte, la creencia extendida de que el aumento de la concentración en los biocidas y su uso indiscriminado es la panacea para resolver el problema de la protección supone un serio problema medioambiental e implica la liberación de sustancias muy tóxicas, con un efecto negativo sobre el entorno y los seres vivos en contacto con él.
Se ve claramente la necesidad de reducir la concentración de productos biocidas, manteniendo al mismo tiempo la durabilidad. Las restricciones introducidas han favorecido la aparición de nuevos protectores de baja eficacia y cuyo coste es elevado. En consecuencia, está apareciendo en el mercado madera deficientemente tratada y de baja calidad, que no favorece en nada al desarrollo de su uso. En el caso de los biocidas orgánicos se suma el problema adicional de la necesidad de uso en su formulación de disolventes orgánicos volátiles (VOC’s).
Existe una creciente preocupación de carácter medioambiental en todos los temas relacionados con la lixiviación o deslavado de biocidas desde la madera tratada al suelo o agua circundantes y la necesidad de aumentar la fijación de los biocidas para obtener productos más acordes medioambientalmente. El grupo de protección de madera tiene abierta una línea de investigación con más de 20 años de experiencia enfocada al desarrollo de protectores de madera más ecológicos. La investigación se focaliza especialmente en el estudio de biocidas naturales.
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Efectos medioambientales de los biocidas en la construcción en madera
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